EL HOLLYWOOD QUE NO CONOCES

viernes, 5 de diciembre de 2014

CINE BELICO VII

La guerra civil española en el cine

Intentaremos comentar y proponer varias películas que pueden servir de punto de referencia, debate y estudio sobre la guerra civil española y lo que hubo tras ella. Salvo alguna película realizada en los primeros años del franquismo, es muy poco lo que se ha realizado sobre la guerra directamente, pero sí sobre repercusiones que esta tuvo en diversas situaciones humanas, como la vida en Madrid y Barcelona durante la contienda, sobre avatares de algunos grupos humanos en ellas, algunas facetas parciales o metáforas sobre la misma. No obstante, la contienda o sus repercusiones en los primeros años del franquismo, han estado muy presentes en el cine español.
Salvo las películas que se realizaron en los primeros años del franquismo, las últimas carecen de valor propagandístico, y más bien muestran el horror de la guerra, la deshumanización y la violencia que trae consigo, al mismo tiempo que la bondad o la inocencia de muchas de las personas que tomaron parte en ella y que sufrieron las consecuencias.
 El cine español de los últimos años procura, sin embargo, mostrar desde diferentes puntos de vista las principales causas de la guerra, las aberraciones sucedidas, el sufrimiento de la población civil y los errores de cada bando, aunque el bando republicano tiende a salir beneficiado.

Durante y después de la Guerra Civil, el conflicto que dividió a los españoles ha sido reflejado en la gran pantalla desde muy diferentes puntos de vista, de posiciones partidistas a sinceros intentos de una difícil objetividad.
De 1936 a 1939, el cine español estuvo marcado por los trágicos acontecimientos políticos que se desarrollaron en nuestro país. Ahora que se cumplen setenta años del golpe de Estado del 18 de julio –condenado ayer por el Parlamento Europeo–, resulta oportuno sintetizar tal evolución, tanto en el lado republicano como en el nacional, así como el interés que la Guerra Civil española ha suscitado posteriormente en la pantalla grande.
FRENTE Y RETAGUARDIA.- Durante la confrontación fratricida, por primera vez en la historia, los diversos partidos y sindicatos tomaron la cámara-tomavistas y se echaron a la calle –o a las trincheras– para captar la realidad cotidiana, ya sea en los distintos frentes o en la retaguardia. Las colectivizaciones y el predominio de la CNT-FAI hasta los hechos de Mayo de 1937 –en que los anarquistas entraron en conflicto con el PCE sobre si era antes la revolución o la guerra– hicieron que el Sindicato del Espectáculo fuera el más prolífico cuantitativamente, aunque la Generalitat de Cataluña encabezó en cifras globales la zona republicana, con coproducciones como Sierra de Teruel(Espoir, 1938-39), de André Malraux.
TESTIMONIO HISTÓRICO.- Prácticamente todo el conflicto bélico está filmado, y sus títulos –la mayoría noticiarios y documentales: 360 en la zona republicana y 93 en la nacional– pueden servir hoy como testimonio histórico de este triste enfrentamiento, pues dieron la «doble cara» de la contienda entre los españoles y sus aliados extranjeros. Respecto al contenido de las películas de ambos bandos, era un cine hiriente, directo y de propaganda explícita, porque era necesario convencer rápida y apasionadamente a tirios y troyanos.
Entre la producción de la zona republicana, destacaron tres largometrajes: dos realizados por los anarcosindicalistas en Barcelona: Aurora de esperanza, de Antonio Sau, y Barrios bajos, de Pedro Puche (ambos de 1937), además del dirigido en Madrid por Fernando Mignoni, Nuestro culpable (1938). La cinta de Sau ofreció un retrato del mundo proletario catalán, con el problema del paro y la vida familiar como línea argumental. La película de Puche trata del lumpen portuario y cuenta la trágica historia de un obrero que va unida a la denuncia de toda una realidad social injusta, centrada en el tráfico y la prostitución. Y la de Mignoni expresó mejor el ideario ácrata: desde la crítica a la autoridad hasta la denuncia de la burguesía capitalista, con la colaboración de los jueces. Es obvio que el entonces ministro de Justicia, el anarquista García Oliver, que había entrado en el Gabinete de Largo Caballero (el film comenzó a rodarse un año antes), influyó en su contenido libertario.


































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