EL HOLLYWOOD QUE NO CONOCES

martes, 2 de diciembre de 2014

CINE MEXICANO E IBEROAMERICANO IX

EL CINE IBEROAMERICANO EL GESTO Y EL ACENTO

En su nacimiento iberoamericano se produjo cine, en gran
medida en exteriores y con un notable impulso regional,
que no necesitó de las capitales, mientras que la sonoridad
de la palabra permaneció ausente. La llegada del sonido
significó un doble viaje: hacia el interior de los grandes estudios
y hacia el corazón de las metrópolis. Treinta años
después, con los formatos ligeros (el 16 mm, el súper 16 y
el súper 8 mm), el cine iberoamericano conformó un segundo
giro en el orden de sus esferas, acompañando la
emergencia de los cines nacionales. Sólo dos décadas después
fue el vídeo el que incorporó nuevos actores, instaló
miradas distintas, multiplicó escenarios, atravesó fronteras
estéticas, cuestionó y quebrantó normas y recuperó
parcelas ignoradas de la realidad para nuestra cultura.
Hacia finales del «siglo del cine», el giro digital comenzó
a introducir en el cine iberoamericano un nuevo orden
entre sus esferas. Instaló, de momento, una nueva lógica
que se caracteriza por la tendencia a adaptar los procesos
creativos al individuo en lugar de buscar la estandarización
masiva.
Si observamos detenidamente los sucesivos reordenamientos
del cine iberoamericano, comprenderemos que la
tecnología sólo fue un catalizador de los cambios —operó
como mediadora de las trasformaciones—, en tanto intervinieran
dos elementos esenciales: confluencia de nuevos
contenidos y, sobre todo, incorporación de nuevos actores
en los procesos creativos.
Entre cada uno de los cuatro giros el cine iberoamericano
permeó el melodrama televisivo, el documental, la
videocreación, el testimonio y hasta las experiencias didácticas
de televisión. Allí se cobijó, creció y, a veces, sólo
sobrevivió. En cada oportunidad regresó enriquecido,
proponiendo estéticas alternativas. El cine iberoamericano,
como un gigante escondido, permaneció alerta de salto
en salto incorporando espacios, públicos y cartografías
diversas.
En 1931, con la llegada del sonido al cine, el acento de
la palabra dividió a quienes se reunieron en Madrid para
acordar el uso homogéneo de la lengua. El acuerdo tardaría
en llegar más de sesenta años, y no hizo falta ningún
congreso
Al cierre de cada ciclo el cine iberoamericano incorporó
nuevos acentos, en la misma medida que sumaba historias,
tejía diversidad, se construían cinemganaban espacios para la creación. Entre los emergentes,
el cine uruguayo. Y pronto será Paraguay. La imagen y el
gesto serán portadores de la palabra y, sobre todo, del
acento. Y, como señalara Diderot: «La cantidad de palabras
es limitada, la de acentos es infinita».
A finales de la década de los setenta, cuando el concepto
de «lo iberoamericano» era todavía una frontera
desconocida —en realidad ignorada—, el Rey Juan Carlos I
saludó desde Canarias a la literatura latinoamericana, a la
que atribuyó el esfuerzo —y el mérito— de un segundo
renacimiento de la lengua castellana.
Treinta años después de aquel reconocimiento canario,
creo que es posible saludar a ese gigante escondido
que es el cine iberoamericano, que construye y se construye
con estéticas audiovisuales —sin reparar en el soporte—,
sumando al lenguaje del gesto la riqueza de los
acentos, como el protagonista y responsable de un resurgimiento
creativo de las cinematografías de habla española
y portuguesa.

















































































































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