En praderas solitarias y
violentas en las que agricultores y ganaderos se enfrentan en guerras
irreconciliables, en montañas rocosas persiguiendo indios, villanos…, en
cuevas, en salones de juego y tabernas sin nombre llenas de pistoleros,
putas y bandidos, o en fuertes, o en ríos, o en caravanas con ganado,
en barcos, en estaciones de tren, o en protopueblos sin ley ni orden:
ahí vive y late el western.
Los westerns son películas de
aventuras y como tal son perfectas; en muchas ocasiones invitan a la
reflexión moral, indagan en la condición trágica del ser humano o
simplemente nos emocionan por la precisión con la que está mostrados los
sentimientos.
Hay que acercarse sin miedo al western: es emoción, es tensión… hay imágenes que mi inconsciente no olvidará: John Wayne deteniendo una diligencia, James Stewart arrastrado literalmente por el suelo atado a un caball;, Joan Cradford y Sterling Hayden, pareja de amantes reecontrándose después de varios años; Gary Cooper peleando contra sus antiguos compañeros, unos atracadores sin moral ni escrúpulos; Jennifer Jones y Gregory Peck devorándose los labios en un desierto calcinado; William Holden, Ernest Borgnine, Warren Oates y Ben Johnson caminando juntos hacia su muerte en un brutal tiroteo; Clint Eastwood entrando en una taberna buscando venganza a la muerte por linchamiento de su amigo Morgan Freeman… El western es un género imprescindible en la Historia del cine, pero sobre todo es un conjunto de grandes películas.









































































































































































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