EL HOLLYWOOD QUE NO CONOCES

sábado, 4 de abril de 2015

CINE MUSICALES COMEDIA Y DRAMA XV

Tras las cortinas del Le Grand Café de París dio comienzo el éxito de dos hermanos que, después de jugar y experimentar con placas secas sobre gelatina y bromuro de plata, inauguraron la primera reproducción cinematográfica de la historia por 33 francos la entrada.
A pesar de que la gente pensara que estaba presenciando “uno de los momentos más extraordinarios de la humanidad”, los hermanos Lumière no lo estimaban así. “Mi invención, el cine, será explotada durante un cierto tiempo como una curiosidad científica, pero aparte de esto no tiene ningún valor comercial”, llegaría a afirmar Auguste Lumière.
Con toda efectividad, esta fue una de las frases más erróneas en el mundo cinematográfico. De hecho, estos hermanos, químicos apasionados por la fotografía, no sólo dieron comienzo al “cinématographe”, sino que fueron los pioneros en la historia del cine cómico. El regador regado se concibe como la primera comedia en el mundo del cine, momento en que se experimenta el humorslapstick, gestos exagerados simulando a los dibujos animados.
Es evidente el buen resultado que este género tuvo: pensemos simplemente en las múltiples comedias que se crearon posteriores a la de los hermanos Lumiére.
No podríamos referirnos al cine mudo cómico sin mencionar a Charles Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd, que conseguían animar al espectador mediante una vestida crítica a la época. Así eran, al menos, los filmes de Chaplin, quien debió de basarse en las declaraciones de Keaton para llevarlas a cabo: “¿El humor? No sé lo que es el humor. En realidad cualquier cosa graciosa, por ejemplo, una tragedia. Da igual”.
Fue así como con Charles Chaplin nos pudimos reír de Hitler (El Gran Dictador), de las austeras condiciones de un obrero en la época de la Gran Depresión (Tiempos modernos), así como de la pobreza y hambruna que dejaron las guerras entre la población británica (El Chico). Una mala infancia y un camino curvado hacia un halo de alcoholismo quizá fueron determinantes para llevar los malos momentos al humor más absoluto.
El triunvirato de la comedia muda se completa con Buster Keaton y Harold Lloyd. Este último, un “Tom Sawyer” de la época, cuenta con un total de 208 películas. Pero lo peculiar de este humorista fue la dificultad de sus piruetas tras perder algunos dedos de la mano en uno de sus éxitos (Haunted Spooks), o al menos en su gala de estreno, cuando el puro con el que posaría, y fuera de toda teatralidad preparada, explotó La amistad de Keaton y Chaplin se solidificó durante sus muchos años de actuación en el cine. Cómicos ambos, sus películas, expresiones y contratos no fueron tan parecidos. Buster Keaton llegó a ser conocido como “el hombre cara de palo”, aunque no sin razón aparente, pues una de las cláusulas del contrato de este “Pamplinas” (como le llamaban los españoles) le prohibiría reírse en sus películas. En realidad a este genio de la comedia no le suponía mucho sacrificio, pues ya desde pequeño mostraba una impávida expresión facial fascinante. Su padrino, Harry Houdini, le cambió su nombre, Joseph Francis, por el de Buster (el destructor) al comprobar la ausencia de rasguños o lloros por parte de un niño de tres años (el propio Buster) al caer de una escalera.
Hijo de padres del vodevil, nuestro “cara de palo” se unió a ellos, descubriendo en sus espectáculos que cuanto más serio se mostraba en sus peripecias, más hacía reír. Fue así como descubrió su talento y comenzó a filmar largometrajes de múltiples gags inexpresivos a pesar de los grandes riesgos que conllevaban, como sentarse en ruedas de una locomotora en marcha (El maquinista de la general) o correr por una pendiente mientras una avalancha de rocas amenazaban con aplastarle (Las siete ocasiones).
Aunque ese trío de actores sobrevivió al cine sonoro, no llegaron a brillar de igual modo como en el género del que fueron pioneros.
No fue así el caso de Stan Laurel y Olivier Hardy, más conocidos como “El Gordo y el Flaco” en España. Aunque ya habían actuado juntos en dos películas, no lo hicieron como dúo cómico hastaThe Second Hundred Years., además, sin vista (la recuperó tiempo después). “El momento más dramático de mi vida fue aquel en el que estuve a punto de perderla”, declaró tras el suceso. No perdió, eso sí, sus ganas de seguir creando sonrisas. Mayor tono de majestuosidad acogieron desde entonces sus cabriolas cinematográficas.


















































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